12 de mayo de 2.023
De nuevo, volvemos al campo, con la ilusión de compartir una formidable jornada de senderismo. El trayecto planificado por la avanzadilla Biziondo, ilustra, como nunca, nuestro propósito de indagar cada palmo del Desfiladero del Río Purón. Para llegar al punto de inicio de la excursión, nos desplazamos al Norte de Burgos; al “albedrío” de un río que conecta el Valle de Tobalina, en Herrán, con el Parque Natural de Valderejo, en Lalastra (Araba). En el transporte acostumbrado, con la mirada centrada en la ventanilla, percibimos el tedio del “zurriburri” urbano, de carreteras de circunvalación, de autovías, de autopistas, de entradas y salidas … entre Araba y Burgos. En el contorno, su antítesis: el estatismo de los “mantos verdes” de cultivo.

Por la carretera que discurre paralela al pantano alavés de Sobrón, traspasamos la “frontera natural”, adentrándonos en el paisaje recóndito del grandioso desfiladero (rodeado de altas cumbres de la sierra de Arcena y Montes Obarenes, ref. Mikel dixit). Dejamos atrás las aguas del Ebro, y seguimos por esta carretera del Valle, que enlaza bellos pueblos de interés cultural, (Frías entre ellos) acercándonos al punto de inicio de nuestra ruta, a Herrán.
Bajamos del autobús, y ya en las afueras de la localidad encontramos el panel informativo referente a la ruta. Seguimos un tramo de camino con hermosos árboles de ribera y una zona de esparcimiento. Por una calzada empedrada, pasamos por el centro del pueblo hasta llegar al entorno de la iglesia. En ese aristocrático lugar de palacios, casonas y casas blasonadas, (el lustre decadente de la nobleza y el clero) nos reagrupamos, 53 Biziondotarrak, para cliquear la foto de grupo, constatando nuestra presencia en el lugar. Con un tiempo que amenaza lluvia, ajustamos botas, mochilas y bastones y junto al molino, comenzamos la “entrada” al desfiladero.
Remontamos el cauce del Río, por la derecha, siempre en ascenso. A medida que avanzamos, el sendero se estrecha. Entre las paredes de la sierra, llegamos a la primera garganta con una rampa metálica que corrige el paso. (Al parecer, por aquí pasaba una calzada romana que comunicaba los valles de Tobalina en Burgos y Valdegovía en Álava) (REF. Vox populi). Más adelante, al modo de “trampantojo”, en la roca, los restos de una ermita (San Andrés, dicen). Al rato, una asombrosa cascada, acompaña a “otra”, bien distinta, la del grupo de Paparazzis, que, en ausencia de nuestro fotógrafo oficial, brotan como esporas. (Algún que otro compañero vela por nuestra seguridad, invocando prudencia). Entre las paredes rocosas, continuamos el sendero que nos lleva a la segunda garganta. En este tramo del camino, sin abandonar el río, dejamos atrás el desfiladero y, continuamos nuestra ruta ascendente por la senda del Río entre pinos, encinas y numerosos arbustos, y su contrapunto, las torres eléctricas en la roca.
Llegamos al vallado que abre paso a una espaciosa pradera y la atravesamos. Estamos en terreno alavés. Al fondo, percibimos el despoblado de Ribera (Valdegovía) y su Iglesia sobre la roca (a falta de feligreses, espera la llegada de senderistas que contemplen sus pinturas góticas). Salimos de la campa, dirección Lalastra. Cerramos la valla y continuamos por un sendero boscoso, al que le sigue otro más despejado, ya en descenso, fácil de transitar. De frente, percibimos, la Casa del Parque, (antigua escuela de Lalastra) que marca el punto final de esta preciosa ruta. En el interior hacemos un recorrido por las diferentes vitrinas del eco-museo, con profusa información en sus paneles informativos. Completamos la jornada en el restaurante del Camping de Angosto, disfrutando del menú (“No hay amor más sincero que el de la comida” Bernard Shaw) y de una relajada sobremesa, en buena sintonía.
Regresamos a casa con la satisfacción de haber recorrido una hermosa ruta, cuyo protagonismo se centra en el camino y que corrobora aquella manida frase, de manual de psicología, “La cima es el camino”.
¡Hasta la próxima!