10-02-2023
La memoria social y nostálgica nos reúne en el Campo Olazar de Zaldibar con un rótulo contundente: “TXITXIBURDUNTZI”, La marca más extendida en Durangaldea, frente a otras denominaciones de origen: “Basokoipetsu, Kanporamartxo, Basatoste…”, registradas en Euskal Herria. Su receta básica apenas difiere de aquella que nutrió a nuestros ancestros cazadores recolectores: asador, fuego, brasas y despiece porcino. (Ref. “porcino”, adjetivo generalizado en la industria cárnica, al parecer, más refinado que su sinónimo: “cerdo”.)

Dado el éxito de la convocatoria (167 participantes) podemos intuir que la totalidad de los emplazados pertenecemos a la especie Homo Sapiens omnívora. La receta vegana no está incluida en el menú. (Refranero: Más infieles hizo cristianos el tocino y el jamón, que la Santa Inquisición.) A una semana del Carnaval, Bizidun y colaboradores celebramos, en su séptima edición, Txitxiburduntzi Eguna: rito secular vinculado a la matanza del cerdo que, allá por San Martín, (Txarriboda) se sacrificaba, en las comunidades rurales. (Ref: Diocleciano S.III: “del país de cerretanos (antigua Rioja, Navarra y País Vasco), traedme un jamón y los golosos que se harten a filete”).
Iniciamos esta jornada festivo-deportiva con una sencilla ruta circular: Zaldíbar-Bérriz. Más de un centenar de senderistas, convocados en la Plaza del Ayuntamiento, nos “fusionamos” para atrapar el flash de la inmortalidad. El ritmo de los bastones percute la calle Euskal Herria y el paso subterráneo que enlaza con la antigua estación. Tras atravesar la barrera ferroviaria, subimos la calzada de Okango, en territorio de Bérriz; En el entorno rural, erigida en una hermosa campa, la Ermita de San Miguel, más abajo, caseríos y ganado; sobre ellos, en el horizonte tricolor, las Peñas de Amboto de azul blanco y plata, reflectadas al Sol del febrerillo loco. Seguimos el camino asfaltado, hasta llegar a las barreras que determinan un descenso pronunciado. Al final del trayecto, el antiguohospital de peregrinos y el caserío en ruinas, simbolizando la decadencia de este bonito dominio.
Continuamos por la calle central de Olakueta hacia el barrio Elizondo. Entre el Ayuntamiento y la Parroquia, conel desvío hacia la izquierda, llegamos a la zona recreativa de Berrizburu, en Eitua. Desde lo alto, la sensación de plenitud nos identifica con el vasto terreno del parque y la huella de los aviones, sobre el intenso azul. Por el camino forestal, bajamos la cuesta que converge con la estación de Olakueta.
“Paso a paso”, “Tipi tapa”, volviendo sobre nuestros pasos, regresamos al punto de partida: Zaldibar. Los efluvios de las brasas, en contacto con el txitxigorri, nos “transportan”, sin equívocos, a Olazar. Llega la hora del hamaiketako; con el ticket en la mano, aseguramos nuestro bocata:¡chorizo! el embutido estrella, preparado por el grupo de intendencia. Kontuz! Que a la primera dentellada perdemos la compostura: reglotos, areofagia regurgitaciones, korroxkadas…. y demás “psicofonías”(léase“flato“ en el informe médico). Tal vez, nuestros mayores no padecieran tal inconveniente, dado que sus ritos iban bendecidos por el Angelus, (Haramaiteko) que desde el campanario de las parroquias resonaban en las aldeas. Hoy como ayer, con este ritual milenario, compartimos un mismo fin: estrechar los vínculos de amistad, de colectividad y de reciprocidad, transformando las brasas, en una llamarada. (Ref. R. Ibáñez, profesor de matemáticas: el todo es más que la suma de sus partes).